Monday, May 19, 2008

Surrealista


Ayer me encontraba en plena carretera central, rumbo a un dia familiar fuera de Lima. La intención era escapar de la niebla y el frío, recibir el sol en la cara, jugar con los chicos. Nada fuera de lo común. Claro, uno nunca sabe cuándo va a caer en la dimensión desconocida.

El tráfico estuvo regular. Ni mucho ni poco. Un numero standard de autos, un numero standard de buses / combis. Lo que uno espera encontrar. Poco antes de Huaycán, una combi sobredimensionada capturó mi atención. Mientras yo estaba en el carril izquierdo, mantenía el auto tan pegado al de adelante como fuera posible, para que este insulto de vehículo no invada ni carril. Claro, fuí exitoso en el intento, pero este leviatán bloqueó mi vision de tal manera que no me dí cuenta que estaba pasando por un semáforo en rojo. Para colmo de males, todos los policías de Huaycán estaban en pleno operativo 2 metros mas adelante.

El proceso consecuente fue activando el portal que te lleva a otra dimension: La realidad se transforma, se desfigura, termina siendo una interpretación proveniente de un cerebro calibrado con herramientas extraterrestres. De nada sirve razonar, poner las ideas en orden, admitir la culpa. El proceso lidera indefectiblemente a un espacio-tiempo que apunta en una sola direccion.

"Señor, esta infracción aplica la retención de licencia. Vamos a tener que llevarla a la comisaría, donde le haré la papeleta"
"No hay problema, oficial. Yo lo sigo"
"Bueno, no en este momento, verá. Estamos en pleno operativo. Vaya usted a donde estaba yendo, en la tarde estaremos en la comisaría. Eso sí, no vaya a manejar, no está facultado"

Sin hacer que al policía se le mueva una pestaña, puse primera y arranqué. Sin licencia, y sin una idea clara de cómo se hace para recuperarla. El objetivo del día era tener algo de esparcimiento, y nadie me lo impediría.

Luego del apacible parentesis, tuve que enfrentar el irremediable hundimiento en el agujero negro. La visita a la comisaría de Huaycán es sin ninguna duda una aventura de irrealidad nacional. La puerta esta resguardada por una jauría de perros con los nervios a flor de sarna, probablemente detonados por la perra en celo que rodean. El oficial que custodia la entrada carga un FAL que pesa varias veces más que él, y por lo menos le triplica la edad. Al explicarle el motivo de mi visita, me dice que el oficial de transito esta haciendo algunas "diligencias".

No tengo nada en contra de Huaycán, pero no está ni cerca de mi ruta tradicional, y andar por ahí sin brevete no está en la lista de deportes de aventura que quiero empezar a hacer este mes. Pregunto por el oficial de turno, y el paisaje abisal se torna cada vez más florido. Aparece un oficial con orgullosa panza, diente de oro, condecoraciones que adornan una camisa abierta hasta donde empieza el abdomen. "A ver venga por aca! Qué oficial lo intervino? lo reconoce?" me dijo mientras señalaba la cancha de fulbito adyacente a la estación.

No estuve muy seguro de reconocer al oficial que se quedó con mi brevete, hasta que el mismo (que no vestía mas que un rosario de plástico en el torso) levantó espontáneamente la mano y me dijo que lo espere un segundito.

El segundito duró todo el segundo tiempo (tal vez eso quiso decir), durante el cual escuché a todos y cada uno de estos oficiales de la ley proferir las más nutridas lisuras que escuché en mi vida, para reclamar algun movimiento fuera de lugar, algun pie en alto o un pase mal dado. No cabe duda que la profesión necesita una válvula de escape.

El oficial de tránsito, luego de meter dos goles, me condujo a su oficina. tuvo la decencia de ponerse una camiseta réplica de la selección Argentina antes de aclararme la situacion. Estuve esperando la cantaleta de siempre, como quien espera un hueco o una piedra al descender el mismo río por enésima vez. "Usted dirá" "No quiero perjudicarlo" "Sabe que acá estamos olvidados". Pues no. Aparentemente ya esos preámbulos estan medio pasados de moda. Me dijo "Bueno, le pongo la papeleta, o arreglamos acá y se lleva su brevete? Estamos hablando entre varones, no?" Me quedé con esa rara sensación bipolar, por un minuto no dices nada verbal ni gestualmente, y con la misma facilidad explotas de la ira como de la risa.

Ante una decision tan dificil, opte por no decir nada. Dejé 20 soles en el escritorio, recogí mi brevete de donde el policía lo había dejado y me alejé mientras escuchaba el sonido de la infracción siendo rota en 8 pedazos. Uno nunca sabe cuándo va a caer en este tipo de hueco, y la verdad no tiene mucho sentido resistirse. Como en el río, lo mejor es leer la corriente y dejarse llevar.

1 comment:

Anónimo said...

Osea en dos lineas....coimeaste a la policia? No pues!, asi el pais no progresa